lunes, 30 de agosto de 2010

Eres la mujer flor

"Eres la mujer flor" entre el revuelo de palabras puestas de cualquier manera, entre tazas de té y canela, situadas en medio de un amor sin rutinas, transparente y ligero como el agua de las nubes, como el que se tiene en sueños.

Como el olor después de la lluvia.

Ahora sé escribir cartas de amor, pero se me ha olvidado cómo hacer para que llueva la misma lluvia que veía caer a los veinte años.

A veces el olvido es el mejor de los recuerdos.

Martes 31 de agosto de 2010

Hummm... rectifico:


Ahora sé escribir cartas de amor porque se me ha olvidado cómo hacer para que llueva la misma lluvia que veía caer a los veinte años.

Adoro la paz que siento cuando el olvido es el mejor de los recuerdos.

(Sí, mucho mejor)





sábado, 28 de agosto de 2010

La tristeza y la furia

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...
Había una vez...
un estanque maravilloso.

Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades de verde se reflejaban permanentemente...

Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron la tristeza y la furia a bañarse en mutua compañía.

Las dos se quitaron sus vestidos y, desnudas, entraron al estanque.

La furia, que tenía prisa (como siempre le ocurre a la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y, más rápidamente aún, salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calmada, muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ninguna prisa -o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo-, con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo. Así que se puso la única ropa que había junto al estanque: la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada. Pero si nos damos el tiempo de mirar bien, nos damos cuenta de que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad, está escondida la tristeza.

Jorge Bucay

jueves, 26 de agosto de 2010

Tarde de calor

Mientras pasan las horas perezosas, medio ocupadas y sin prisa pero con las esperas de fondo, una para hoy y la otra para un poco más tarde, las ideas se me pasean por la mente enlazándose unas con otras y comparándose sin otro objetivo que dar pirivueltas sobre sí mismas.

Puede que no fuera entonces porque nos estábamos jugando el futuro. Puede que haya sido ahora porque lo que nos estábamos jugando era el pasado.

A veces me gusta recorrer la orilla recogiendo las palabras que deja la constante marea de este océano inmenso y silencioso, donde volviste a encontrarme. A mí, a la que soy. A la que era.

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miércoles, 25 de agosto de 2010

Silencio

The things you do rather than the words you say are the ones that speak for your heart.

So, in the end, are words that worthy?

Is silence so meaningless, so idle?



No hagas ruido, a ver
si no se va la tarde.
Dile a tu alma que haga
un silencio absoluto.
Acalla ese ruido de pensamientos,
rompe ese hondo clamor de recuerdos,
ahoga ese sordo rumor de ensueños.
No seas imprudente, no hagas ruidos,
que le molestan a la tarde.
Ante ella hay que estar como una esfinge jovial,
ungida de serenos éxtasis
florecidos de silencios blancos.
Tenemos que rimar ese silencio
con el blanco silencio de la tarde.

Pero, ¿ya ves?, se va la tarde.
No pudiste amordazar el grito desbocado de tus nostalgias
y has espantado a la tarde.
Mira como huye despavorida a otro lugar donde comprendan
el silencio blanco de su alma. Y nos deja las sombras
-gran silencio negro- para el negro silencio de nuestros ruidos.

Poema de Ángel Augier "Vesperal"
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sábado, 21 de agosto de 2010

Baño nocturno

Aunque la noche es cálida, la arena está fría. El tacto es el mismo en los pies, pero su inesperada temperatura la convierte en una extraña materia familiar, una curiosa mezcla.

Avanzamos hacia la orilla con un divertido sentimiento de travesura que hace que se nos escape la risa. No hay nadie. Dejamos la toalla en el suelo y nos desnudamos con la urgencia con la que uno se quita la ropa al aire libre, a la vista de cualquiera al que se le hubiera ocurrido pasear a esas horas por allí.

Caminamos hacia el mar, negro como la propia noche pero cuya superficie mira enamorada a la Luna y le devuelve su imagen rugosa en plata. Casi no hay olas ni brisa. La noche perfecta.

Ya dentro del agua nos miramos, saboreamos la sal y adivinamos nuestros cuerpos aún sin lujuria, sonriendo.

Y recuerdo el nombre de todas las playas donde hemos estado tú y yo, antes que ésta.

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miércoles, 18 de agosto de 2010

Algún día

Algún día escribiré un texto que no hable de ceniza ni lágrimas y que no cuente el pasado. Que no hable del cielo ni de las estrellas. Ni húmedo ni seco, que no busque en los huecos, que no te eche de menos, que no se asome veladamente en las horas oscuras, que no brille a la luz del Sol.

Algún día escribiré un texto en el que consiga pasar mis manos por tu espalda. Que huela a ti, que condense tu mirada en palabras. Que esquive el nombre de las flores y que suene como mis propios latidos, como tus pasos por casa, que se insinúe en mi silencio, en tu voz, en mi risa. Que eluda las metáforas y las palabras que tomo prestadas para omitir con precisión clínica. Que no las recorra como si tuvieran tu forma, buscando su propia resonancia en mis recuerdos.

Algún día ese texto, esas palabras vendrán corriendo a mis dedos para ser transportadas letra a letra aquí, a este mundo que se extiende infinito detrás de la pantalla, este mundo desde el que soy capaz de entrar en ti, desmedida pero sin ruido, cuando me buscas.


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lunes, 16 de agosto de 2010

El Club de las Fotografías Literarias XIV

Blanco y negro

Los detalles se perdieron hace tiempo, esos detalles que habrían dado sentido a cada escena. La última vez que te dije que te quería. La última vez que me guiñaste el ojo. La última vez que te sonreí, el último beso apasionado que nos dimos.

Y es que hubo una última vez, hubo muchas últimas veces, y cada una de ellas me debió de dejar un poso amargo al fondo de alguno de mis huecos más profundos, porque se me han quedado en la superficie ahora que mi vida se ha dado la vuelta.


Y ahora, fíjate a qué alturas, todos esos posos se me derraman formando lágrimas, las que no lloré hace tantos años. Las que enterré como pude con intención de olvidarlas. Evaporándose, dejan sus marcas blanquecinas, como ceniza del pasado. Y yo voy detrás, intentando quitarlas, intentando que ese hueco se vacíe, pero es más grande de lo que creía, todavía es más grande de lo que puedo abarcar con mis recuerdos. Sólo sé que al final me perdí, y por ello te perdí a ti.


Pero no puedes hacer nada. Entiéndeme, tengo que poder perdonarme a mí misma. Tengo que hallar la forma de perdonarme por haber vuelto a buscarte al mismo sitio y no haberte encontrado, por no haber podido darte ninguna razón -quizá es que no la había- por que la que hubieras querido dejarla por mí.


vía de tren
agua derramada
chica

domingo, 15 de agosto de 2010

Descanso


Voy a descansar.

Voy a quedarme a dormir en tu mente y a dejarme caer en tus brazos. Voy a intentar hacer filigranas con el tiempo para dejarme espacio libre. Voy a caminar despacio y mirando al suelo, para no tropezar con las horas que me quedan que me hacen burla cada vez que las miro en el reloj.

Voy a rellenar tus huecos con aire para que respires y tus ojos de colores para que te alegres cuando me mires. Voy a respirar hondo para volverme esponjosa y permitir que por mis agujeros corra la (b)risa a cualquier hora. Voy a dejar de medir mis palabras y las tuyas, aunque lo haga pocas veces y sin querer. Y, sobre todo, voy a ponerme cómoda en tu ausencia y dejaré de una vez de esperar lo inesperable.

Voy a dejar de mirar el plástico que te envuelve y voy a mirarte a ti, aunque puede que al intentar rasgarlo en un ataque de quién-eres-tú, te arañe de verdad.

Porque sabes que puedo. Puedo arañarte de verdad.

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Agosto

Agosto sin sol, sin abanico, sin necesidad de sombra, porque sombra es lo que sobra. Con viento fresco y manga larga. Con vacío en los brazos y frío en la cama. Con cielos grises.

Y es curioso, me asomo a la ventana y el tiempo está igual...


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viernes, 13 de agosto de 2010

Ligeia

La intensidad de pensamiento, de acción, de palabra, era posiblemente en ella un resultado, o por lo menos un índice, de esa gigantesca voluntad que durante nuestras largas relaciones no dejó de dar otras pruebas más numerosas y evidentes de su existencia. De todas las mujeres que jamás he conocido, la exteriormente tranquila, la siempre plácida Ligeia, era presa con más violencia que nadie de los tumultuosos buitres de la dura pasión. Y no podía yo medir esa pasión como no fuese por el milagroso dilatarse de los ojos que me deleitaban y aterraban al mismo tiempo, por la melodía casi mágica, la modulación, la claridad y la placidez de su voz tan profunda, y por la salvaje energía (doblemente efectiva por contraste con su manera de pronunciarlas) con que profería habitualmente sus extrañas palabras.


Ligeia, relato corto de Edgar Allan Poe, 1838.
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miércoles, 11 de agosto de 2010

Chocolate


No hablo, canto
para ti mi silencio
en clave de sol

No canto, callo
para mí tus palabras
en clave de fa

Y las dos cantan
juntas la melodía
que te regalo

Mientras saboreo tus palabras de chocolate...

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martes, 10 de agosto de 2010

Quizá las lágrimas


Quizá es porque noto tu química igual que siempre y se supone que no debería. O porque también noto la mía.

O puede que sea porque esta noche el cielo llorará sus lágrimas con nombre de santo y me gustaría haberlas visto contigo, en lugar de llorar yo las mías propias sin mirar hacia arriba.

A lo mejor es que el calendario me recuerda momentos aletargados por el frío del invierno que reviven ahora como setas venenosas al calor y la humedad del suelo aún removido en algunas zonas de poca pendiente.

No lo sé. Puede que sencillamente ya no estás, y sé que voy a echarte de menos, aunque sea sólo en la parte en la que has estado presente hasta ahora, porque quizá lo que ocurre es que llevo demasiado tiempo echando de menos tus palabras.

Seguramente es que hace ya demasiado tiempo que te espero. Que te espero a ti, al que eras.

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sábado, 7 de agosto de 2010

Orchid

De Alanis Morissette, traducida al castellano.

Soy una dulce pieza de trabajo
bien intencionada, aún perturbada,
mal etiquetada y desnutrida,
tratada como una rosa, siendo una orquídea.




y tú, me traes agua
asegurándote de que florezca
tú sabes mejor que nadie lo que mi cuidado especial significa...

Orchid - Spotify

jueves, 5 de agosto de 2010

La rosa y la orquídea


—Si un cordero se come los arbustos, se comerá también las flores ¿no?
—Un cordero se come todo lo que encuentra.
—¿Y también las flores que tienen espinas?
—Sí; también las flores que tienen espinas.
—Entonces, ¿para qué le sirven las espinas?

Confieso que no lo sabía. Estaba yo muy ocupado tratando de destornillar un perno demasiado apretado del motor; la avería comenzaba a parecerme cosa grave y la circunstancia de que se estuviera agotando mi provisión de agua, me hacía temer lo peor.

—¿Para qué sirven las espinas?

El principito no permitía nunca que se dejara sin respuesta una pregunta formulada por él. Irritado por la resistencia que me oponía el perno, le respondí lo primero que se me ocurrió:

—Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores.
—¡Oh!

Y después de un silencio, me dijo con una especie de rencor:

—¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas…

No le respondí nada; en aquel momento me estaba diciendo a mí mismo: "Si este perno me resiste un poco más, lo haré saltar de un martillazo". El principito me interrumpió de nuevo mis pensamientos:

—¿Tú crees que las flores…?
—¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas serias.

Me miró estupefacto.

—¡De cosas serias!

Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy feo.

—¡Hablas como las personas mayores!

Me avergonzó un poco. Pero él, implacable, añadió:

—¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!

Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.

—Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: "¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!"… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!
—¿Un qué?
—Un hongo.

El principito estaba pálido de cólera.

—Hace millones de años que las flores tiene espinas y hace también millones de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. ¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las flores pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es esto más serio e importante que las sumas de un señor gordo y colorado? Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta de ello, ¿es que esto no es importante?

El principito enrojeció y después continuó:

—Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte…" ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¡Y esto no es importante!

No pudo decir más y estalló bruscamente en sollozos.

La noche había caído. Yo había soltado las herramientas y ya no importaban nada el martillo, el perno, la sed y la muerte. ¡Había en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar! Lo tomé en mis brazos y lo mecí diciéndole: "la flor que tú quieres no corre peligro… te dibujaré un bozal para tu cordero y una armadura para la flor… te…". No sabía qué decirle, cómo consolarle y hacer que tuviera nuevamente confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!

El Principito
Antoine de Saint-Exupéry

miércoles, 4 de agosto de 2010

Miércoles por la tarde

Es difícil abstraerse de la lista de cosas pendientes, de la ausencia de movimiento, de los huecos sin color, del encefalograma engañosamente plano. Sigo navegando por diques secos pero que me sirven mientras decido cada vez si me lanzo al agua sin salvavidas o si me espero incómodamente sentada al sol de las sensaciones que no consigo sacudirme de la piel, igual que esa horrible arena fina de las playas que se abarrotan en verano. Paseo por el filo que existe entre lo improbable y lo posible, desgañitándome en silencio para conjurar las escenas con que mi imaginación inunda este cerebro que tengo, que cuando menos me conviene se acelera igual que un fórmula 1 conducido por un piloto loco.

Y aún así, sonrío aunque lo único que tengamos a la vista sea un café a contrarreloj y medio capítulo de Bob Esponja.


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martes, 3 de agosto de 2010

Huecos


Te conté hace ya tiempo que soy como la cerveza: rubia, alegre, con un regusto amargo. Y creo que con el paso de los años se me han acentuado esas características, aunque ese sabor amargo se ha transformado en otra cosa. Ahora tengo huecos.

Son huecos en lugares que a veces son evidentes pero que en otros casos me sorprenden porque algunos están llenos de ceniza de sentimientos antiguos y fríos, desangelados como una playa en invierno. Más de una vez he encontrado alguno lleno de lágrimas que escapan a borbotones al quebrarse la fina barrera que he ido levantando frente a algunos recuerdos, algunas palabras no dichas o algunas dichas de más.

Pero los huecos que me inquietan son del color negro del olvido. Los miro porque crean la ilusión de estar vacíos aunque yo sé que no es así. Son negros pero están llenos de sentimientos y sensaciones que se me han quedado desligadas de los hechos, huérfanas de sentido, vagando en su espacio igual que los tristes fantasmas de una casa encantada.

Si pudiera recordar los hechos... si pudiera recordarlos, pero no porque me los contaras tú, sino porque los viera desde mis ojos, desde la memoria de mi mente y mi corazón... Si pudiera hacerlo, los llevaría a ocupar el hueco negro que me dejaron para siempre, malditos.

imagen propia

lunes, 2 de agosto de 2010

Cielo

Y aquí estamos, tumbados, descalzos y bebiéndonos la alegría en vasos con hielo y limón. Buscamos estrellas en los mapas y nos buscamos otra vez pero dirigiendo la vista hacia arriba, hacia el cielo, mientras Vega nos mira en silencio, sin parpadear. El mar está negro y tranquilo, acompañándonos mientras remueve su arena de siglos y susurra su antigua canción. El aire está quieto y hace el amor con la música, mezclándose los dos en la proporción adecuada.

Y nos reímos. Nos reímos de esto y de aquello. Me haces reír como sólo tú eres capaz. Y en la nube en la que floto por efecto de la vista del cielo, de la alegría que bebo y de las risas que compartimos lo comprendo. Es el presente lo que existe, lo único que existe de verdad.

Es el presente lo que dura para siempre.


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