jueves, 12 de septiembre de 2013

En un principio, te sentarás a cierta distancia...

[...]
-Acércate...ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!
-¿Jugar contigo? No..., no puedo -dijo el zorro- Aún no estoy domesticado.
-Ah! Perdón -se excusó el principito.
Interrogó, luego de meditar un instante:
-Has dicho "domesticar"? Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres de aquí -afirmó el zorro- ¿Puedes decirme qué es lo que buscas?
-Busco a los hombres -respondió el principito- Dime, ¿qué significa "domesticar"?
[...]
-Ah!..., es una cosa muy olvidada -respondió el zorro- Significa "crear lazos".
-¿Crear lazos? -preguntó el principito.
-Así es -confirmó el zorro- Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para ti más que un zorro parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas..., sentiremos necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
-Creo que empiezo a entender -dijo el principito- Hay una flor... Creo que me ha domesticado.

[...]

¡Mira! ¿puedes ver allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. Es triste! Pero tú tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo...
El zorro en silencio, miró por un gran rato al principito.
-Por favor... ¡domestícame! -suplicó.
[...]
-Y... ¿qué es lo que debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener suficiente paciencia -respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mí, sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca.

Lo esencial es invisible a los ojos.


[...]
Fue así como el principito domesticó al zorro. Pero al acercarse la hora de la partida:
-Ah! -dijo el zorro- Voy a llorar.
-No es mi culpa -repuso el principito- Tú quisiste que te domesticara, no fue mi intención hacerte daño...
-Sí, yo quise que me domesticaras -dijo el zorro.
-¡Pero dices que llorarás!
-Sí -confirmó el zorro.
-¿Ganas algo entonces? -preguntó el principito.
-Gano -aseguró el zorro- por el color del trigo.

Luego sugirió al principito:
-Vuelve y observa una vez más el jardín de rosas. Ahora comprenderás que tu rosa es única en el mundo. Cuando vuelvas para decirme adiós, yo te regalaré un secreto.

[...]

Regresó hacia donde estaba el zorro:
-Adiós -dijo.
-Adiós -dijo el zorro- Mi secreto es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito a fin de acordarse.
-El tiempo que dedicaste a tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti.
-El tiempo que dediqué a mi rosa... -repitió el principito para no olvidar.
-Los hombres ya no recuerdan esta verdad -dijo el zorro- En cambio tú, por favor... no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
-Soy responsable de mi rosa... -dijo en voz alta el principito a fin de recordar...


El Principito (Capítulo 21)
Antoine de Saint-Exupéri

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Espejito, espejito mágico...


Somos quienes somos.
Y elegimos nuestros afectos,
siempre que no se trate
de la sangre
sino del corazón.




Al fin y al cabo,
la sangre no tiene ojos.


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