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Para la dulce Arwen la distancia se mide en kilómetros, tantos que depende en qué momento de la vida son demasiados. Yo le he contado que mi distancia no es física, sino temporal, y ella acertadamente me ha contestado que esa distancia es problemática, que no se puede avanzar ni retroceder en el tiempo. Avanzamos hacia el futuro a una velocidad de un día por día, ni más ni menos, y eso es así de forma definitiva. Da igual la prisa que tengas o que quieras que el tiempo no pase, esa es su velocidad uniforme.
La distancia puede medirse en kilómetros o años, pero en realidad nuestra percepción sobre ella es muy cambiante, exactamente igual que con el tiempo. Mi distancia se ha estirado y se ha encogido mientras la he ido recorriendo hasta llegar a donde estoy; ha habido momentos en los que el tiempo parecía de piedra y otros en los que casi no me he dado cuenta de su paso.
Así que no son las distancias físicas o temporales las que deben preocuparnos, querida Arwen, sino las distancias insalvables. Y dentro de estas últimas, las que nos buscamos nosotros mismos a nuestros propios deseos y sueños. Esas son las que más dificultad aparentan y, por ello, las que debemos cuestionarnos siempre.
Imagen: Earthrise at Chrismas