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He dejado atrás el sabor agrio del tener que conformarme, el sabor amargo de la sensación de soledad, la insípida rutina. Las pobres excusas y las vagas explicaciones. La ausencia de palabras.
He dejado atrás la primera mitad de mi vida, y es curioso porque no siento que haya llegado el otoño, sino la primavera. Con toda esta luz y la suave temperatura, las caricias, las risas cómplices, las historias compartidas, las mochilas casi vacías y lo mejor de todo: un largo y cálido verano por delante...
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A veces hay que notar el sabor de cosas amargas para que en un futuro podamos disfrutar mejor de los dulces momentos.
ResponderEliminarTienes un merecido premio en mi blog para que pases a recogerlo cuando gustes.
Besos.
Muchas gracias, bella Psique, por el premio pero sobre todo por tus palabras.
ResponderEliminarUn beso.
Cuando yo me separé (allá por el cenozoico...), todo el mundo se disgustó y se rasgó las vestiduras. Sólo recuerdo con claridad una llamada, de una prima mía, que veo poco pero quiero mucho que me dijo: "Ninfa, la vida te da una segunda oportunidad". Tiene 20 años más que yo, es la madre o hermana mayor que hubiese querido tener.
ResponderEliminarNunca olvidé esa frase y, aún en los peores momentos, jamás me he arrepentido de haber terminado la gran mentira que fue mi matrimonio.
Por eso te deseo, de corazón, que tu comienzo sea un camino y no tenga final.
Un besazo
Muchísimas gracias, Ninfa. Y sí, no encuentro modo mejor de desearlo también para ti que con tus palabras: que esto que hemos iniciado sea un camino y no tenga final.
ResponderEliminarUn beso enorme, Nena.