Ahora que los dos sonamos en allegro -ma non troppo- y sin armadura, recuerdo cuando esta melodía se tocaba en otra orquesta.
Desafinada.
He aprendido que cada canción requiere sus instrumentos. Puede que las notas que recuerdo con desazón más bien como ruido de fondo in crescendo encuentren sus armónicos en otro escenario. En cualquier caso, jamás iría a comprar entradas para esa función, si es que llegara a estrenarse alguna vez.
En cambio, tú y yo ya sonamos como una sinfonía. Una no excesivamente grande. Una, por ejemplo, como esta.
Sinfonía nº 40 en sol menor, Mozart (primer movimiento)
No hay comentarios:
Publicar un comentario