Podría hacer una lista de las cosas que me gustan de esta vida que comparto ahora contigo. Ya no hay montañas rusas ni -casi- secretos de estado. Ni espinas clavadas sobre las que volver la vista una y otra vez. Ni silencios llenos de asuntos pendientes.
La vida nos dejó la piel en carne viva y algún que otro trozo de corazón congelado para siempre, pero también nos quitó lastre, y ahora voy de un sitio a otro ligera, como prendida de un globo aerostático. Me vacié de fechas y lágrimas y me llené de aire como la vela de un barco, me deshice de los ciclos cerrados y desde entonces no he podido parar de sonreír.
No he podido parar de sonreírte. Qué suerte, ¿verdad?
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