miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mar de finales de otoño

Su temperatura es gélida y la arena de sus playas está fría como el alma de una piedra. Sopla un viento húmedo que obliga a las manos a hundirse en los bolsillos y al ceño a fruncirse. Rompe sus olas, desangelado e inhóspito como un páramo helado.

Ahora está así, pero habrá que verlo dentro de tres estaciones. Será el mismo mar, pero solo es cuestión de tiempo que su color azul grisáceo cambie a marino y que su arena se vuelva caliente y rubia. Que la playa se llene de luz y de risas, de siestas y de cerveza.

Lo único que necesita es tiempo. Un poco de tiempo y la luz y el calor de un Sol, amarillo y cercano.

Lo mismo que yo necesito. Justo lo que yo tengo.


A Coruña. Imagen propia.

4 comentarios:

  1. Sí que lo tienes Orquídea, lo he visto montones de veces en tu interior, Quizá el sol duerme acompasado en tu respirar, pero está. No lo dudes.
    Un beso

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  2. Tú lo dices, tovarich. Lo tienes. Ahora es cuestión de que tu epidermis se deje calentar por ese sol rico. Seguro que llegará esa temperatura que destierra por completo Siberia.

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  3. Gracias, Begoña. Sé que tengo esa fuerza y ese calor en mi interior, siempre lo tuve. Pero ahora, ese Sol no solo duerme en mi respiración; ahora oigo su propia respiración mientras duerme a mi lado ;)
    Un beso.

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  4. Eso es, tovarich. El invierno pasará pronto y luego vendrá un largo y cálido verano...
    Espero que a ti te ocurra lo mismo.
    Un beso.

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