La convivencia matrimonial puede obrar ese prodigio: vivir pegado a una
persona para olvidarte de ella poco a poco, sentir que cada día es más
difícil reconocerla, percibir cómo la sucesión de las estaciones, el
devenir de las mareas, algo que tiene que ver con los planetas, o con
los porcentajes de humedad, o con las leyes atmosféricas, va apagando un
fuego antiguo. Es difícil de explicar: se parece a una lenta
evacuación, como si lo que al principio fuera un almacén de agit
ados
sentimientos se hubiera vaciado y ahora los recuerdos del pasado
ocuparan el mismo espacio pero no lo hicieran con la misma intensidad;
como si, por muchos recuerdos que hubiera ahora, en el viejo almacén
quedaran demasiadas baldas vacías. Los recuerdos tienen menos densidad
que los sentimientos, por eso la vida de los viejos es infinitamente más
leve, más ligera; por eso los viejos se van diluyendo poco a poco,
mientras que la vida de los jóvenes tiene la consistencia de los metales
pesados.
Pedro Ugarte, "Nuestra historia" (Enanos en el jardín)
No es la convivencia. Es con quién convives.
ResponderEliminarEl sombrerero loco no es buen compañero de viaje
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