No ocurre nada extraordinario en realidad. Estoy aquí sentada, buscando, leyendo y encontrando tesoros escondidos en la red, escuchando algo de música, mirando fotos, intentando (sin conseguirlo) comenzar a escribir el capítulo más duro de mi Moleskine,... lo que hago algunas de estas ya no tan nuevas tardes de mis ya no tan nuevas rutinas.
Es un miércoles como cualquier otro. No ha pasado nada diferente.
Sólo que hoy concretamente, no sé por qué, mientras escuchaba una canción cortita, de un minuto y cuarenta y tres segundos de duración, he pensado en ti. Y mi color se ha atenuado un poco. Durante ese minuto y cuarenta y tres segundos he brillado un poco menos, y el tiempo medido por ese minuto y cuarenta y tres segundos ha vuelto a ralentizarse, a hacerse pesado, denso.
Y es que en ese minuto y cuarenta y tres segundos te he echado de menos. Te he echado muchísimo de menos...
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La canción cortita de un minuto y cuarenta y tres segundos
miércoles, 20 de enero de 2010
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...y es que la belleza de las orquídeas es impresionante. Tan sutil, tan etérea, pero, a su vez, tan sensible.
ResponderEliminarQue se atenúe unos momentos puede ser irrelevante, incluso necesario.
Pero no debería de durar más de lo estrictamente imprescindible.
Que se atenúe unos momentos es inevitable, pero tienes razón: no dura más de lo que debe.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Un beso.