viernes, 29 de octubre de 2010
Mensaje en una botella
Un mensaje en una botella. Un mensaje inesperado, venido de la isla cubierta por esa espesa niebla hace tiempo.
Una niebla en la que parece que se ha abierto un pequeño claro. Un precioso regalo para un día como hoy.
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jueves, 28 de octubre de 2010
A la distancia de un silencio
Un silencio pesado, tenso,
no propiamente dicho.
Un silencio azul, insomne.
No dulce, inquieto, triste.
Un silencio que esconde una pregunta, una amargura,
un anhelo,
un silencio dolido de ser contestado
con más silencio.
A la distancia de un silencio.
En ese lugar me sitúo.
Ese lugar donde no soy exactamente yo, pero que me sirve para estar.
Y en ese lugar espero.
A que desaparezca la química
y con ella el silencio.
Porque necesito oír tus palabras.
Esas que pronunciabas a un ritmo distinto
al que requería su lectura.
Esas que brotaban de la oscuridad de tus párpados cerrados.
Esas que me traían la parte de ti que hace tiempo que no siento
y que echo tanto de menos...
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no propiamente dicho.
Un silencio azul, insomne.
No dulce, inquieto, triste.
Un silencio que esconde una pregunta, una amargura,
un anhelo,
un silencio dolido de ser contestado
con más silencio.
A la distancia de un silencio.
En ese lugar me sitúo.
Ese lugar donde no soy exactamente yo, pero que me sirve para estar.
Y en ese lugar espero.
A que desaparezca la química
y con ella el silencio.
Porque necesito oír tus palabras.
Esas que pronunciabas a un ritmo distinto
al que requería su lectura.
Esas que brotaban de la oscuridad de tus párpados cerrados.
Esas que me traían la parte de ti que hace tiempo que no siento
y que echo tanto de menos...
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martes, 26 de octubre de 2010
Miradas
Cada vez que me miras divertido mientras me río a carcajadas o serio y preocupado cuando no puedo contener las lágrimas siento que tu mente me envuelve como una cálida manta a través de tus ojos. Y eso es así incluso cuando no puedes descifrar lo que hay detrás de los míos.
Es asombroso lo mucho que puede comunicarse con una mirada sincera.
lunes, 25 de octubre de 2010
Revuelto, revoltijo, r-evolución.
Se me revuelven los sentimientos con palabras que lanzo como dardos envenenados, pero no porque yo quiera, sino porque se emponzoñan las unas de los otros aunque no sirva de nada porque no lleguen a empaparte.
Se me revuelven las palabras con los sentimientos que traigo desde tan lejos, y que me pesan tanto.
Me revuelvo y me ves revuelta, pero eso es lo que soy. Un mar turquesa en el que en la superficie casi siempre reina la calma pero con un fondo lleno de corrientes frías y calientes que chocan entre sí y bancos de arenas que parecen movedizas. Lleno de preciosos arrecifes coralinos y de algún que otro tiburón hambriento. Un mar de bruscos cambios barométricos pero de cálidas aguas en las que nadie muere de hipotermia.
Pero qué te voy a contar que no sepas ya...
jueves, 21 de octubre de 2010
Eternidad
Hace poco aprendí de alguien muy interesante que las personas que no creemos en el más allá debemos buscar nuestros momentos de eternidad en esta vida, sin perder tiempo. Esos momentos únicos, asombrosos, en los que parece que nos conectáramos con el Universo entero. El momento en el que entendemos algo complicado y se hace la luz en nuestra mente o el momento en el que nos inunda la belleza de una imagen o una forma, o de unas palabras que nos acarician por dentro. El momento en el que nos vemos reflejados en los ojos de quien tenemos enfrente.
No quiero vivir en un mundo en el que en lugar de buscar incansablemente la verdad, ésta esté dada y sea inmutable, y la moral se rija por un antiguo libro lleno de violencia. Donde lo diverso no tenga hueco, donde la razón desaparezca en la frase "Eso es un misterio".
Donde las personas actúen en contra de su propia felicidad para alcanzar la salvación. Pero salvarse... ¿de qué?
Imagen propia
viernes, 15 de octubre de 2010
Mi pequeña
Si hubiera tenido una hija, le habría buscado un precioso nombre, corto y sonoro como un beso, le habría vestido de todos los colores y al mirarla me habría asombrado de lo perfectas que habrían sido las pequeñas curvas de sus hombros, las diminutas comisuras de sus labios, el color de sus ojos vivos, grandes y redondos como una pregunta.
Si mi hija hubiera nacido, le habría explicado el arcoiris y los copos de nieve. Le habría mostrado el mar, su color y su sabor, las mareas y la Luna, los barcos y los incontables colores posibles que puede lucir la arena de la playa. Le habría enseñado la magia que hay detrás de algunos números y el secreto del vuelo de los pájaros. Le habría contado lo lejos que está esa estrella y lo deprisa que bate las alas un colibrí. Lo estrechamente unidos que están los destinos de algunas flores con el del insecto que las poliniza.
Si mi hija estuviera aquí conmigo le explicaría la relación íntima que existiría entre su cuerpo, su mente y su corazón. Procuraría dejar que a veces se cayera ella sola para luego ayudarle a levantarse, explicándole que eso último es precisamente lo que tiene valor. Alimentaría su curiosidad, le leería libros y le propondría acertijos, y contemplaría regocijada su cara al tratar de resolverlos. Le contaría chistes malos y nos reiríamos las dos con la misma carcajada copiada por los genes.
Si ella pudiera mirarme y hablarme, contemplaría su expresión al contarme sus pensamientos más profundos o sus ideas más disparatadas, y el timbre de su voz en mis oídos me parecería el paraíso.
Pero ella no puede mirarme ni hablarme, ni está aquí conmigo, ni ha nacido, ni yo la tengo para cubrirla con todos los besos que tengo guardados para ella desde hace tanto tiempo, esos besos que no existen y que por eso me queman, se me remueven dentro y se me clavan en las entrañas como siempre ocurre con los besos no dados, que duelen tanto, tanto...
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Si mi hija hubiera nacido, le habría explicado el arcoiris y los copos de nieve. Le habría mostrado el mar, su color y su sabor, las mareas y la Luna, los barcos y los incontables colores posibles que puede lucir la arena de la playa. Le habría enseñado la magia que hay detrás de algunos números y el secreto del vuelo de los pájaros. Le habría contado lo lejos que está esa estrella y lo deprisa que bate las alas un colibrí. Lo estrechamente unidos que están los destinos de algunas flores con el del insecto que las poliniza.
Si mi hija estuviera aquí conmigo le explicaría la relación íntima que existiría entre su cuerpo, su mente y su corazón. Procuraría dejar que a veces se cayera ella sola para luego ayudarle a levantarse, explicándole que eso último es precisamente lo que tiene valor. Alimentaría su curiosidad, le leería libros y le propondría acertijos, y contemplaría regocijada su cara al tratar de resolverlos. Le contaría chistes malos y nos reiríamos las dos con la misma carcajada copiada por los genes.
Si ella pudiera mirarme y hablarme, contemplaría su expresión al contarme sus pensamientos más profundos o sus ideas más disparatadas, y el timbre de su voz en mis oídos me parecería el paraíso.
Pero ella no puede mirarme ni hablarme, ni está aquí conmigo, ni ha nacido, ni yo la tengo para cubrirla con todos los besos que tengo guardados para ella desde hace tanto tiempo, esos besos que no existen y que por eso me queman, se me remueven dentro y se me clavan en las entrañas como siempre ocurre con los besos no dados, que duelen tanto, tanto...
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miércoles, 13 de octubre de 2010
¿Recuerdas la magia?
Decía el día que comencé a escribir en esta maceta llena de agujeros en la que casi he podido curar mis raíces aéreas que no me resistía a pensar que existe una especie de energía detrás de las cosas, una suerte de casualidad no tan casual en los acontecimientos, un toque de magia en la realidad que nos rodea. Sí, ya lo sé, soy racional y no creo en dioses ni espíritus ni otras supersticiones. Por no creer, ni siquiera creo en la homeopatía, el acto de fe más fashion en estos días.
Pero me gusta que ocurran esas pequeñas coincidencias que por un momento parecen mágicas, podría decirse que colocadas ahí casi de forma trivial, sólo para arrancarnos una sonrisa.
Y me encanta que un pequeño aleteo de mariposa (en nuestro caso, más bien una libélula, ¿no crees?) ocurrido un día tan lejano, algo tan aparentemente sencillo como un click con el ratón, se haya convertido con el tiempo en un huracán semejante...
Sí, a ratos río y a ratos lloro. Incluso algunas veces me enfado o me pongo triste. Pero soy feliz. Soy feliz, mi querido náufrago.
martes, 5 de octubre de 2010
Medidas
Tomo medidas. De la profundidad de mis huecos y del tamaño de ese malestar que voy desterrando poco a poco. De mi alegría convertida en sonrisa casi permanente. De las ventanas abiertas de mi mente, del contorno de mi corazón, ahora inmenso. Del espacio que nos aleja y del que nos une. De la distancia que me separa del tiempo, de ese tiempo sin duración, de ese montón de años ahora convertido en una maraña sin sentido y sin calendario aparente, a fuerza de mirarlo, de interrogarlo, de sopesarlo.
Y tomo medidas del alcance de tus palabras y de las mías. De los cajones donde las guardaré, juntas y revueltas. De los armarios para los recuerdos y de la cama para descansar ya por fin, después de este viaje tan largo y antes del siguiente; ese que tendremos que emprender los dos juntos, entre el dolor y la alegría de los que tenemos alrededor...
sábado, 2 de octubre de 2010
Los hechos
Cada vez que los pienso y los repienso, cambian. Cada vez que intento acordarme de su sabor, de su aroma, en realidad lo que intento es acordarme del recuerdo de su sabor y de su aroma, y no puedo compararlo con el tendrían ahora en el presente porque están en el pasado. No son como fotografías, quedaron guardados en mi mente y en mi corazón junto con emociones, sensaciones, pensamientos, y todos ellos cambian con el paso del tiempo.
No sé cómo hacerlo. No sé cómo encontrar el filtro con el que mirarlos para que muestren su color verdadero.
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