Aunque la noche es cálida, la arena está fría. El tacto es el mismo en los pies, pero su inesperada temperatura la convierte en una extraña materia familiar, una curiosa mezcla.
Avanzamos hacia la orilla con un divertido sentimiento de travesura que hace que se nos escape la risa. No hay nadie. Dejamos la toalla en el suelo y nos desnudamos con la urgencia con la que uno se quita la ropa al aire libre, a la vista de cualquiera al que se le hubiera ocurrido pasear a esas horas por allí.
Caminamos hacia el mar, negro como la propia noche pero cuya superficie mira enamorada a la Luna y le devuelve su imagen rugosa en plata. Casi no hay olas ni brisa. La noche perfecta.
Ya dentro del agua nos miramos, saboreamos la sal y adivinamos nuestros cuerpos aún sin lujuria, sonriendo.
Y recuerdo el nombre de todas las playas donde hemos estado tú y yo, antes que ésta.
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Derivada segunda
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En algún momento nos arrepentimos de algo.
Algunos pedimos perdón.
Después llegan los que nos hacen arrepentirnos de haber pedido perdón.
Hace 5 años
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