Y también está Siberia.
Es curioso, ese lugar me resulta familiar en cierto sentido. Yo no sabía que vivía en un lugar tan gélido hasta que miré por la ventana y vi la luz del Sol. En ese momento mi corazón levó anclas, yo desperté del coma y volví a sentir la vida correr por mis venas.
Hay que tener cuidado, porque la ensoñación ocurre poco a poco, sin querer, sin ruido, sin hacerse notar... la temperatura baja demasiado despacio como para darse cuenta.
Hasta que la sensación de calor se olvida.
imagen de Sofarsocute @ flickr.com
Siente la vida caminar por tu sangre, y suspira, llenando de vaho tus venas, hasta conseguir que la sensación de calor nunca se apague.
ResponderEliminarLa sangre caliente, es lo único que nos hace diferentes.
Un abrazo.
Rebeca.
Sabía que entenderías que es Siberia, que conocías de hombres que se envuelven en su capa de escarcha y te dejan aterida de frío. Y tienes razón, no es un aire gélido que llega una mañana, es algo más sutil, que se va colando por las rendijas de tu cuerpo y como ese agua helada de la ducha que al final hasta parece caliente. Yo sueño con islas desiertas pero creo que la mía, como la Atlántida, se sumergió en algún fondo marino inexpugnable. Así que me voy aferrando a pedacitos de calor que me encuentro en el camino y en mi isba donde vive la pequeña Hefesto. Por eso, creo, que no se me olvidó del todo que mi temperatura debe ser de treinta y seis grados y medio. Gracias!!!
ResponderEliminarGracias, Rebeca, por dedicarme un ratito cada vez que se me pasa por la cabeza o el corazón dejar aquí mis palabras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querida Marieta, la vida da muchas vueltas y algunas de ellas realmente deprisa. Tú al menos no has olvidado cuál debe ser tu auténtica temperatura... así que haré un bridis al aire en secreto por ti, por tu propio efecto mariposa.
ResponderEliminarQuién sabe...
Un beso.