jueves, 11 de noviembre de 2010
Platos rotos
En algunos casos, si el golpe es seco, repentino, el plato puede arreglarse. Si hay suerte y se golpea de forma que queden trozos lo suficientemente grandes es posible recomponerlo, porque aunque esos trozos tengan sus bordes cortantes y hagan sangre al ser recogidos del suelo todavía encajan entre sí lo suficientemente bien como para que un buen pegamento de palabras, esfuerzo, amor y perdón pueda unirlos dejando sólo entre ellos una fina línea que recuerde para siempre el desastre causado y el triunfo conseguido.
Es muchísimo más difícil cuando se hace añicos. El trabajo de buscar dónde ubicar cada pedazo es arduo, habrá partes en las que no encaje ningún trocito y habrá que utilizar tanto pegamento que se corre el riesgo de que éste se acabe o que el plato tenga tantas uniones recompuestas que su estructura sea demasiado débil para aguantar un siguiente embate, aunque sea mucho menos grave. Pero incluso en ese caso, podría suceder, podría aguantar.
Pero, ¿qué ocurre cuando al plato en apariencia no ha ocurrido nada?. ¿Qué pasa cuando simplemente se ha ido erosionando, perdiendo cohesión interna, cuando sólo lo sostenía en su forma una débil capa de barniz y un soplido casual lo desmorona en un montoncito de arena?
¿No es mucho más valiente entender y aceptar que el soplido casual no es el responsable de que el plato se haya convertido en polvo? ¿No es mucho más honesto no empeñarse en señalar a un culpable que pague los platos rotos?
No hay nada como repetir muchas veces lo mismo para que nos acabe pareciendo verdad...
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No es más fácil entender que el plato era de mala calidad o no era el adecuado?
ResponderEliminarPues sí, nada hay mejor que el autoengaño para satisfacer a las mentes estrechas...
Besos
Pues sí, querida Ninfa. Y qué rico sabe lamerse las propias heridas...
ResponderEliminarUn beso, hermosa.