Es asombrosa la forma en la que a veces conseguimos retorcer la realidad para que se adapte mansa y comprensivamente a lo que nuestra mente o corazón están dispuestos a negociar con el malestar que nos provoca ser responsables de nuestras propias acciones u omisiones. No hay nada como repetir muchas veces lo mismo para que nos acabe pareciendo verdad. No hay nada como reinterpretar y retocar los hechos para darles una explicación más conveniente de cara a los demás. Ya lo decía Valle-Inclán, nada es como es, sino como se recuerda. Y qué mejor que conservar los recuerdos una vez eliminadas las partes feas que no conjugan bien el verbo "admitir".
Sin embargo, la realidad es tozuda y se empeña en no darnos la razón. Todo, lo dicho y lo hecho, suele acabar sobre la mesa a la vista de todos. Bueno... a la vista de todos los que miran con sinceridad, que al fin y al cabo son los que cuentan de verdad.
Yo, mientras todo eso ocurre, miro hacia arriba, hacia cielo abierto. De vez en cuando compruebo fehacientemente que todo ese espacio hacia el que se ha expandido mi mente sigue ahí. Y mirando hacia arriba se me van cayendo palabras que aderezo con sal y un poco de pimienta esperando que resulten sabrosas a quien las pruebe.
Y a otra cosa, mariposa.
chica que se tapa los ojos
mirando hacia arriba
mariposa
every step that I take is another mistake to you...
viernes, 26 de marzo de 2010
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Orquidea, es mejor no aderezar al gusto de los demás, sino al nuestro propio, siempre habrá gente a la que le guste y a la que no.
ResponderEliminarMe gustan tus conclusiones. Un saludo
Bella Psique, gracias por tus palabras, pero en este caso las mías están medidas al milímetro. Tienes razón en que aderezar al gusto de los demás no es lo mejor, si se hace siempre; así que quizá la manera de acertar sea saber distinguir en qué ocasiones debemos cocinar para nosotros y en cuáles para otros, precisamente porque les hemos invitado con cariño.
ResponderEliminarUn beso.
Los dos hacemos lo mismo. Tratamos de evitar abrir heridas ante realidades que nos son completamente ajenas e incluso incomprensibles en el otro. Podemos decirnos de todo excepto faltar el respeto a aquellos a quienes alguna vez quisimos. Ni tú te atreves a cruzar esa línea, ni yo debería hacerlo. A veces también me muero por poner calificativos poco agradables y me muerdo la lengua, porque sé que no te gustará oirlos. A veces eres tú la que calla, o la que mide sus palabras. Y haces bien. Es un duelo personal el que llevamos y así debe ser.
ResponderEliminarBuenas noches...
El tiempo y el espacio
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