Se sorprendió cayendo por uno de sus huecos, uno cuyo mapa mentía dándolo por lleno o marcándolo como poco más que un escalón, y en su caída volvió a arañarle en un intento desesperado de sujetarse para no volver a ahogarse en lágrimas. Con lo tranquila que había caminado últimamente por esos rincones, aquel agujero la pilló desprevenida. Y se asustó de su magnitud.
Y por enésima vez recordó que es difícil que una de sus tormentas se disuelva sin más, sin llover y sin algún que otro trueno, una vez que comienza. Que fueron esas lágrimas no lloradas las que formaron lagos en su interior, y que aunque ya no quede mucho de todo aquello todavía tendrá que seguir mirando por dónde pisa cuando camine por ciertos lugares de su mente. Por ella misma, pero también por él.
Y le recordó, con la cara arañada y su brazo extendido, mirándola con calma.
Y pensó en los años en los que otros se situaron lo suficientemente cerca como para oír su risa pero lejos de su alcance si tropezaba...
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miércoles, 27 de abril de 2011
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Las personas que nos ayudan a levantarnos cuando caemos, y nos extienden su brazo, su mano, su cuerpo entero, sin esperar nada a cambio, son las que se merecen nuestras sonrisas.
ResponderEliminarPorque sonreír cuando nosotros sonreímos es fácil, lo dificil es sujetar las lágrimas de las personas que tenemos en frente, y dejarnos llevar, y llorar con ellas.Eso no es plato de buen gusto, y no todo el mundo está dispuesto...
Brindo por los que si están dispuestos!
No hay que olvidar las tomentas, pero tampoco olvidar el sol, y la calma que aparece ante nosotros, cuando las tormentas desaparecen.
Un abrazo querida Orquidea!
Rebeca.
http://misangrederramada.blogspot.com/
Cómo me identifico con las dos últimas líneas... Sólo que ahora mi risa me la guardo como si fuera un tesoro, a mi propio abrigo porque ya no me apetece compartirla en Siberia. Pero a mí aún me falta esa mano que me quite la escarcha del pelo
ResponderEliminarTienes razón, Rebeca. No todos están dispuestos a ello. Todavía resuenan en mis oídos unas palabras, pronunciadas en más de una ocasión: "Yo me quedo solo con lo bueno de la gente". Pero actuar así puede llevar a que la segunda parte de la frase desaparezca: "Yo me quedo solo".
ResponderEliminarNo sé si es así o no; dejé de mirar en esa dirección hace mucho tiempo.
Un beso y gracias por tus palabras.
Marieta, ¿y no echa de menos tu risa? ¿no le viene a él mejor que tú estés bien?. Si no es así, Siberia es un lugar mucho más gélido de lo que me imaginaba.
ResponderEliminarPerdona por mis palabras, preciosa, pero no me extraña que se te forme escarcha en el pelo y en los hombros, en los ojos, en el corazón...
Un abrazo largo y cálido.
Me gustó mucho tu entrada. Algo en común con la mía.
ResponderEliminarTe abrazo
Muchas gracias, Eugenia. Siempre es un placer leerte.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.