Medimos el tiempo en intervalos regulares: horas, minutos, segundos... pero no hay nada que apreciemos de forma más relativa. El tiempo pasa deprisa cuando las rutinas marcan el ritmo de la vida: las semanas pasan rápido cuando en nuestras vidas no ocurre prácticamente nada nuevo. Después de Semana Santa y casi sin darnos cuenta llega el verano, y luego el verano se ha ido y de repente ya es Todos Los Santos. Y de ahí, al turrón de la Navidad, un suspiro. Y enseguida, otra vez Semana Santa.
Pero ocurre justo al contrario cuando hay cambios, situaciones nuevas, acontecimientos que se unen a ciertas fechas, recuerdos que quedan engarzados al calendario como pequeñas joyas hechas de memoria. Entonces, el tiempo se estira, se ralentiza, como una imagen a cámara lenta, como los movimientos de un buceador; precisamente por el peso de esos acontecimientos.
Mi tiempo es así ahora, denso y pesado, y vuelvo a mirar al reloj y las manecillas siguen en el mismo sitio, burlonas...
Recuerdo muy bien el tiempo que compartimos. De puro denso que era todavía me parece toda una vida. No hubo dos días iguales, dos conversaciones repetidas... jamás un "dejá vu". Tal vez por eso lo echamos tanto de menos.
ResponderEliminarTodo pasa pero debes no darle tantas vueltas al pasado ni a lo que pasa actualmente... deja, simplemente, que los acontecimientos se sucedan y todo terminará por ser como un mal sueño... y se esfumará.
ResponderEliminarUn besazo
El tiempo, querida, no es que pase lento, es que estamos a veces tan obcecados en nuestra miseria que nos bloqueamos y nos estancamos. Así que a tener la mente ocupada, aunque sea con encaje de bolillos que es muy muy productivo, jijii.
ResponderEliminarBesitos embolillaos.