viernes, 18 de diciembre de 2009
La orquídea blanca como la nieve
Esta mañana estaba nevando de nuevo, como estos días atrás, y al bajar a la calle he decidido que donde mejor estaba el coche era aparcado, así que he ido a trabajar andando. Llevaba tiempo pensando en hacerlo ahora que vivo a una distancia de mi trabajo como para poder prescindir del coche, pero lo malo no es ir por la mañana, sino volver a primera hora de la tarde, así que lo había ido retrasando hasta que hoy mirando al cielo ni me lo he pensado.
Me ha costado media hora larga. Media hora larga en la que tenía que tener un cierto cuidado con la acera resbaladiza pero a la vez en la que intentaba ir a buen ritmo para no llegar muy tarde, pero media hora larga que me ha sabido a gloria. Ni siquiera me ha importado comprobar por enésima vez que los vaqueros son el peor invento para el frío (también para el calor en realidad), porque conforme iba caminando y notaba que las piernas se me quedaban heladas me imaginaba que a esa temperatura cualquier resto de celulitis iba a desaparecer antes de llegar a la oficina. A ésto se le llama pensamiento positivo.
Pero lo mejor es que ese rato ha sido de paz y silencio, justo al revés que con el coche. Iba oyendo únicamente el ruido crujiente de mis pisadas en la nieve recién caída y mi respiración un poco acelerada por ir caminando rápido. Un rato en el que en lugar de ir acatando las normas de tráfico, he elegido con libertad mi ruta. Un rato en el que he podido pensar con tranquilidad cómo les iba a felicitar la Navidad a mis compañeros. En el que he dedicado varios minutos simplemente a apreciar el extraño color dorado pero a la vez frío que refleja la nieve cuando está amaneciendo.
De todos los momentos que he vivido hoy, incluyendo alguno tormentoso, he decidido escribir sobre éste. Éste es el que merece la pena recordar.
Y os preguntaréis cómo he vuelto luego a casa... pues con mi mejor sólo-amigo, que no sólo me ha acercado en coche sino que me ha invitado a un vino blanco y a un pincho de foie a la plancha porque era viernes y porque, como dice el dichoso anuncio, nosotros lo valemos. No está mal, ¿no?.
(En el bar donde nos hemos tomado el aperitivo habían colocado en la barra una preciosa orquídea llena de flores blancas. ¿Existe o no existe la magia?)
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Señales? Coincidencias? Me gustan los día a día distintos. Y el tuyo me ha gustado.
ResponderEliminarPor supuesto que nosotras lo valemos, eso jamás lo dudes, de lo bueno lo mejor y de lo mejor lo superior.
Por cierto, me ha encantado lo de la calulitis...jijijiji.
Besitos carnosos.
Más vale que exista...
ResponderEliminarYo estoy convencida, Ninfa, y mira que para otras cosas me paso de racional a casi cabeza-cuadrada, pero de que existe esa magia cotidiana estoy segura.
ResponderEliminarY Ther, tienes razón, hay que conseguir que los día a día sean distintos. Ya lo dijo mi querido náufrago, ojalá pudiéramos hacer algo cada día que pudiéramos recordar. Supongo que en parte por ello escribimos aquí en la red, ¿no?.
Besos a las dos, guapísimas.
Vive Dios que la magia existe. Doy fe de ello.
ResponderEliminarBesos loteros.