Tengo muchos de mis recuerdos empapados en un mar agridulce de razones. Y es que no aprendo a calcular el número óptimo de vueltas que hay que darles a las cosas, o sencillamente puede que sienta que toda mi realidad se mueve a cámara lenta y tengo demasiado tiempo para pensarme cada palabra o cada silencio.
Todo es denso, pasivo, pesado. Todo está quieto y callado. Todo se mueve despacio y se repite. Todo es igual.
Y echo de menos la lluvia...
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jueves, 10 de febrero de 2011
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A veces me asalta la misma sensación, creo que el secreto es no estarse quieta. Y mirar mucho al sol, intentar hacer cada día distinto y sentirse parte de la naturaleza.
ResponderEliminarSaludos
A veces echamos de menos la lluvia, porque el sol nos escuece demasiado al sentir lluvia dentro de nuestro corazón...
ResponderEliminarPero hay que ser fuertes, mantenernos ocupados, luchar para que las palabras o los silencios no nos enloquezcan...vencerlos...sacar nuestras fuerzas aunque creamos que son inexistentes...
Un abrazo muy fuerte para ayudarte a conseguirlo...
Rebeca.
No lo sé. Quizá es que me cuesta quedarme mirando sin más a lo que no tiene sentido para mí.
ResponderEliminarNo soy como un creyente, no puedo aceptar sin entender. No puedo amar sin conocer. Como mucho, puedo resignarme y callar.
Y es que siempre acabo refugiada en el silencio...