Pudiera parecer que cada palabra transportada por el aire o escrita en un mensaje había brotado al azar, sin un propósito claro. Se podría concluir que no lo pensaron así, o quizá sí, pero desde hacía tanto tiempo que lo sintieron como algo nuevo, imprevisto.
Él sabía que estaba solo por el color que había adquirido su reflejo, y no solo eso. Ella notaba a menudo una vaga sensación de incomodidad, como cuando se olvida un olor, o lo importante.
La vida los había mandado lejos el uno del otro, pero eso no duraría mucho cuando los dos giraron la esquina de la misma calle. Al chocar, abrieron los ojos. Y fueron valientes para seguir mirándose.
(Él recuperó el corazón de su amiga. Ella recuperó las palabras de él, y con ellas a sí misma.)
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miércoles, 2 de febrero de 2011
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Delicadas líneas, preciosas...dicen mucho en muy poco...
ResponderEliminarUn gracias para quienes nos ayudan a encontrarnos a nosotros mismos...sin necesidad de palabras, tan sólo con mirarnos...
Un abrazo.
Esas personas capaces de tener ese efecto en nosotros son muy muy escasas, así que es imprescindible saber reconocerlas y conservarlas en nuestras vidas.
ResponderEliminarUn beso.