lunes, 22 de marzo de 2010

Letras

¿No os lo he contado? Tengo una caja azul en la que guardo las cartas que recibí cuando todavía escribíamos con bolígrafo y éramos capaces de reconocer la letra de nuestros amigos, igual que su voz o su risa. Hay algo muy personal en la escritura que no necesita teclas sino tinta negra o azul y un papel que cambia de color con los años.

Una carta enviada por correo postal transmite mucho más que el mero texto que contiene. La letra con la que se escriben las cartas es pulcra y redonda si hay tiempo por delante o nerviosa y picuda si hay prisa, y muestra lo que se empieza a decir pero no se acaba en forma de tachón. Algunas veces se puede saber con certeza lo que hacía el remitente mientras la escribía sólo mirando las decorativas manchas de mermelada en el margen de la hoja, que podía ser un folio en blanco o una hoja cuadriculada arrancada de un cuaderno. Incluso se podía adivinar la caída de alguna lágrima por su pequeño círculo delator en el párrafo exacto. No hacía falta emplear emoticonos. Éramos capaces de expresarnos con palabras artesanas, dibujadas de puño y letra en un papel que también elegíamos y que por ello también enviaba su propio mensaje.

Pero claro, lo malo es que tengo las cartas que recibí, pero no las que envié. Y me gustaría volver a leer las que escribí yo. Me gustaría recordar qué cosas contaba y cómo, releer algunas e intentar reconocerme en ellas, mirando la letra y el papel, la fecha, y también alguna lágrima que se me cayó, buscando su pequeño círculo delator en el párrafo exacto...


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2 comentarios:

  1. Recuerdo la emoción que sentía cuando recibía una carta manuscrita pero... también es verdad que llegó un momento en que tuvo que empezar a deshacerme de ellas...

    Con todo adoro el mail porque, gracias a él, se ha retomado la costumbre de escribirse, ya casi abandonada. Las cartas tardaban en llegar (si llegaban) y yo tenía un grave problema: escribir no me costaba nada pero comprar el sello y meterla en el buzón... podría hablar de decenas de cartas que nunca salieron de mi cuarto.

    Aún así, recuerdo de memoria el texto de la primera postal de mi primer amor, a los catorce años. Y aquella emoción tan nueva y devastadora...

    Guarda tus cartas, flor de lujo.

    Besos

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  2. Ay, sí, es verdad. Tener el sobre a mano, ir a ponerle el sello, el buzón... era todo un ritual. A veces escribíamos la carta y para cuando la mandábamos ya casi era para dar noticias viejas.

    Pero era un bonito regalo de cumpleaños, ¿te acuerdas?. Las carpetas con papel de carta y sobres a juego, me encantaban y me siguen encantando todavía.

    Un beso, preciosa Ninfa.

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