Miro larga y detenidamente la imagen. Me gusta la luz que se respira, los tonos suaves, la cama revuelta que parece que guarda todavía la calidez del sueño o la pasión de la noche anterior. Huele a café recién hecho y a pan tostado. A tranquilidad.
Pero lo que más me gusta es la textura de las sábanas, sábanas blancas que envuelven un no tan ligero edredón de plumas: la combinación perfecta. Esa es la cama que me gustaría que compartiéramos.
Porque esa es la vida que me gustaría que compartiéramos, una vida blanca sin habitaciones del fondo ni silencios transformados en manchas que se hacen grandes y oscuras, como explicaba con tan bellas palabras mi querida Nicolasa. Una vida cálida, que invite a quedarse, igual que esa cama.
Igual que tú.
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lunes, 29 de marzo de 2010
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