Decías hace un año que no conocías el camino que se abría bajo tus pies, pero que veías con nitidez el destino. En aquel momento, te situabas a medio camino de este viaje que emprendimos hace ya tiempo.
Hoy no estoy segura de que hayas alcanzado ese destino que imaginabas. Desde luego, hemos caminado un largo trecho, una travesía que en algunos tramos hemos disfrutado de la mano y en otros ha resultado ser un páramo frío y desangelado, de pesadilla.
No es tan fácil. Sé que yo camino más deprisa, pero ese es mi paso natural. Ir a otro ritmo supone para mí ir forzada. Y una cosa es entenderlo con la mente, y otra caminar a esa marcha que me desgasta el corazón.
Hoy soy yo la que se siente a medio camino, a pesar de todo el trayecto recorrido. Hoy soy yo la que ve lejos, no esta casa, sino este hogar. Y me siento cansada. Y dolorida de andar al paso de otros. Y derrotada por este dolor viejo que se empeña en anegarme la garganta con su sabor amargo.
No sé dónde estaré dentro de un año. No sé si habré llegado por fin a mi destino. Pero no tengo miedo. No tengo miedo del futuro, ni de mí.
De lo que tengo miedo es de tu miedo.
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viernes, 31 de diciembre de 2010
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