lunes, 31 de agosto de 2009
Amigos
Mi mejor solo-amigo está fuera estos días y echo mucho de menos su presencia tan cercana, sus vistazos desde la puerta para verme la cara, su intuición, sus cortas preguntas, y esa voz tan grave con la que con dulzura me regala sus palabras tan certeras, lo que compensa el hecho de que jamás se me acercará físicamente para darme un abrazo. Él no da abrazos, pero es perfecto así.
Le he echado en falta nada más empezar el día, a pesar de mis esfuerzos por centrar mi mente en lo que debía. Pero ahí estaba mi Ángel de la Guarda al otro lado de la línea. Un rato de conversación, y todo mejora. No sé qué haría sin ella.
Aún así, mi amigo rojo de ojos verdes lo ha notado nada más verme. Me ha mirado con preocupación, ha conseguido hacerme reír con ganas en el café y luego me ha acompañado, escuchándome en silencio. Mi amigo rojo de ojos verdes es muy distinto a mí, pero sabe escuchar y sabe ofrecer apoyo, y por eso le adoro.
Y todo esto, sólo durante esta mañana...
Siento amor y cariño a mi alrededor. Soy realmente afortunada.
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sábado, 29 de agosto de 2009
Universo
A veces solía quedarme contemplando el cielo nocturno, mirando una por una las estrellas, a las que con el paso del tiempo llegué a conocer. Las Pléyades, Orión, la Osa Mayor, Antares (en la constelación de Escorpión),... incluso Júpiter y Venus, con su luz mucho más cálida y cercana.
Las contemplaba y sentía que me perdía en la inmensidad del Universo. Una inmensidad de la que jamás me podría hacer consciente, un cosmos tan enorme que me resultaba absolutamente inconcebible. Un océano de espacio y de tiempo. Sentía que mi mente se ensanchaba hasta su límite en un intento inútil de abarcarlo, y notaba mi corazón latiendo deprisa ante tanta belleza; mi corazón, compuesto por átomos que un día se cocinaron allí arriba, en hornos estelares a temperaturas imposibles, un corazón formado por auténtico polvo de estrellas.
Y después, en un momento dado, dejé de mirar hacia arriba y todo mi mundo se hizo mucho más pequeño. Dejé de pensar en esa inmensidad, dejé de sentir esa belleza. Y sé por qué ocurrió: dejé de tener con quien compartirla. Ya no hubo nadie a mi alrededor que se maravillase ante ella, y acabó quedándose atrás, aletargada en el archivo de sensaciones pasadas.
Buscaré una noche clara y cálida, e iré a tumbarme sobre la hierba a reencontrarme con el Universo. Y me encantaría que compartieras ese momento conmigo.
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Las contemplaba y sentía que me perdía en la inmensidad del Universo. Una inmensidad de la que jamás me podría hacer consciente, un cosmos tan enorme que me resultaba absolutamente inconcebible. Un océano de espacio y de tiempo. Sentía que mi mente se ensanchaba hasta su límite en un intento inútil de abarcarlo, y notaba mi corazón latiendo deprisa ante tanta belleza; mi corazón, compuesto por átomos que un día se cocinaron allí arriba, en hornos estelares a temperaturas imposibles, un corazón formado por auténtico polvo de estrellas.
Y después, en un momento dado, dejé de mirar hacia arriba y todo mi mundo se hizo mucho más pequeño. Dejé de pensar en esa inmensidad, dejé de sentir esa belleza. Y sé por qué ocurrió: dejé de tener con quien compartirla. Ya no hubo nadie a mi alrededor que se maravillase ante ella, y acabó quedándose atrás, aletargada en el archivo de sensaciones pasadas.
Buscaré una noche clara y cálida, e iré a tumbarme sobre la hierba a reencontrarme con el Universo. Y me encantaría que compartieras ese momento conmigo.
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miércoles, 26 de agosto de 2009
Cuerpo
He pensado bastante en ello estos días. Es una sensación que poco a poco ha ido formándose, abriéndose paso hacia mi mente hasta que me ha sorprendido, y es que no he sido consciente hasta ahora de lo que mi cuerpo va a echar de menos el contacto físico con otra persona.
No estoy hablando únicamente de sexo, que también, sino del contacto en general en los gestos cotidianos: ver la tele con las piernas sobre el otro y notar su mano apoyada en una de ellas, unos brazos rodeando la cintura por detrás en la cocina, unas caricias en la espalda en la cama, un beso al decir hola, al decir adiós...
Mi cuerpo es el campo donde mi mente y mi corazón han librado sus batallas, y se nota. Mi estómago a duras penas ha admitido comida en estas últimas semanas, y mi cara ha sido un reflejo muy evidente de mi estado de ánimo. Sin embargo, los días pasan y muchas situaciones van quedando atrás, y es ahora cuando mi cuerpo acusa las pérdidas y hace recuento de bajas: caricias, abrazos, besos... el sentido del tacto, la piel. Esa ha sido su gran baja en este terremoto.
Quizá eso no sea lo más importante en todo este proceso, pero lo voy notando y no contaba con ello. Francamente, me va a resultar muy difícil hacerme a esa idea.
Y eso que hace ya semanas que duermo sola.
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martes, 25 de agosto de 2009
Hoy y mañana
Hoy es un día especial. Por un lado, ha sido un día especialmente gris y triste, pero por otro es una fecha señalada. Así que he tomado una determinación.
Hoy será mi último día gris, y mañana amanecerá con el cielo azul.
Y así, a una velocidad de un día por día, a partir de mañana comenzaré el viaje hacia mi futuro. Sé que éste no será el último día gris; sé que habrá otros, pero sólo lo serán si no queda más remedio. Estoy cansada de estar triste. Estoy harta de lágrimas. Quiero recuperar mis palabras, mis silencios, mi sonrisa. Quiero recuperar mi alegría, que siempre ha sido mi estado de ánimo natural. Y hoy, aquí, en esta fecha tan especial, doy el primer paso.
Tengo mis raíces al aire y tengo mi rama cortada a la longitud precisa. Hoy he decidido que voy a florecer de nuevo.
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domingo, 23 de agosto de 2009
Paz
Paseo por las calles de otra ciudad que no es la mía, una ciudad perfumada con el olor a agua salada que tanto me gusta. Hace sol, pero no mucho calor, el día perfecto para disfrutarlo con amigas entre charlas, pinchos, cerveza y algún que otro escaparate.
Caminan y conversan a mi alrededor, pero mi mente está casi todo el rato en otro lugar, mi corazón definitivamente se me ha perdido y en mi cuerpo se ha instalado un malestar casi permanente, y todo ello se hace evidente en mi expresión. Intento centrarme y disfrutar, participar en la conversación, pero me resulta imposible. Mi Ángel de la Guarda me mira con preocupación. Asomadas a la barandilla del paseo marítimo, después de pasar un rato en silencio mirando al horizonte azul, me dice:
- Qué paz da escuchar el sonido de las olas, ¿verdad?.
Creo que más bien el sonido de las olas manifiesta la paz que uno tiene, cuando la tiene. Y yo ahora no la tengo. No la tengo, sé que la tendré, pero ahora no. Y me hace tanta falta...
Caminan y conversan a mi alrededor, pero mi mente está casi todo el rato en otro lugar, mi corazón definitivamente se me ha perdido y en mi cuerpo se ha instalado un malestar casi permanente, y todo ello se hace evidente en mi expresión. Intento centrarme y disfrutar, participar en la conversación, pero me resulta imposible. Mi Ángel de la Guarda me mira con preocupación. Asomadas a la barandilla del paseo marítimo, después de pasar un rato en silencio mirando al horizonte azul, me dice:
- Qué paz da escuchar el sonido de las olas, ¿verdad?.
Creo que más bien el sonido de las olas manifiesta la paz que uno tiene, cuando la tiene. Y yo ahora no la tengo. No la tengo, sé que la tendré, pero ahora no. Y me hace tanta falta...
jueves, 20 de agosto de 2009
Dolor
- ¿De qué tienes miedo?
- No tengo miedo, lo que tengo es dolor.
Tendríamos que haber dicho... tendríamos que haber hecho... tendríamos que habernos dado cuenta de que...
Ahora ya no tiene remedio. Ahora sólo queda el dolor. Los últimos abrazos, los últimos besos, las últimas cajas, y ese dolor sordo en mi cuerpo. Un dolor que tardará en desaparecer.
- Voy a echarte mucho de menos.
- He sido muy feliz contigo.
- No tengo miedo, lo que tengo es dolor.
Tendríamos que haber dicho... tendríamos que haber hecho... tendríamos que habernos dado cuenta de que...
Ahora ya no tiene remedio. Ahora sólo queda el dolor. Los últimos abrazos, los últimos besos, las últimas cajas, y ese dolor sordo en mi cuerpo. Un dolor que tardará en desaparecer.
- Voy a echarte mucho de menos.
- He sido muy feliz contigo.
martes, 18 de agosto de 2009
Futuro
Los días pasan uno tras otro, y poco a poco van cogiendo velocidad de crucero. Y salvo alguna que otra tormenta de verano, son días relativamente tranquilos. Tenías toda la razón, Ninfa querida, la extraña era yo, absolutamente yo, mirando mi propio proceso. Cómo he agradecido tus palabras...
Mi corazón sigue haciendo de las suyas, pero mi mente va tomando el rumbo apropiado. Y está en lo cierto mi querido habitante de Kokoro cuando dice que es obstinada. No sé lo que ocurrirá en un futuro lejano, pero sí tengo claro lo que quiero para mi futuro cercano, y a por ello voy, sin prisa, pero con paso firme.
Y cuando lo consiga, tendré delante el mundo entero para comérmelo. Sin límites.
(En la imagen, Jericoacoara)
domingo, 16 de agosto de 2009
Reflejo
Hace algún tiempo, de forma inesperada, volví a ver mi reflejo. Me asombró que hubiese pasado tanto tiempo desde la última vez, tanto tiempo que prácticamente había olvidado qué aspecto tenía, pero lo recordé. Y me reconocí.
Ahora no puedo mirarme en ese espejo, pero no voy a olvidar lo que ví, lo que he aprendido. Y es que el reflejo no es lo importante.
Aunque era una imagen tan perfecta, tan preciosa...
viernes, 14 de agosto de 2009
Extraña
Se me anudan en la garganta las palabras que no puedo decir. Se me hace la boca agua con el agua que no he de beber. Se me apagan los ojos con las cenizas de mis escombros. Se me caen por su peso las manos vacías.
Y, mientras, la vida sigue transcurriendo al otro lado de la ventana.
Pero ya ha pasado un día más, así que falta un día menos para que deje de sentirme como una extraña de mí misma. Para que pueda reconocerme frente al espejo. Para que no sea otra con mi nombre y mi cara la que está sentada aquí, en mi lugar.
Y, mientras, la vida sigue transcurriendo al otro lado de la ventana.
Pero ya ha pasado un día más, así que falta un día menos para que deje de sentirme como una extraña de mí misma. Para que pueda reconocerme frente al espejo. Para que no sea otra con mi nombre y mi cara la que está sentada aquí, en mi lugar.
jueves, 13 de agosto de 2009
Distancia
Dice la Wikipedia que la palabra distancia expresa la proximidad o lejanía entre dos objetos, o el intervalo de tiempo que transcurre entre dos sucesos. También se emplea como expresión para indicar una relación de alejamiento afectivo entre dos personas: el desafecto.
Me quedo con el intervalo de tiempo que transcurre entre dos sucesos, porque el tiempo es ahora lo importante. El tiempo que tarde en convencer a mi corazón de que vuelva, el tiempo que mi mente necesite para poder pensar en el futuro, el tiempo que tarde mi imaginación en volver a ensanchar mi mundo de nuevo, el tiempo que le cueste a mi cuerpo olvidar.
Me quedo con ese segundo suceso, ese al que llegaré cuando pase el tiempo suficiente y sea libre otra vez. Y cuando llegue lo sabréis, porque mi corazón, mi mente, mi imaginación y mi cuerpo habrán florecido de nuevo.
Me quedo con el intervalo de tiempo que transcurre entre dos sucesos, porque el tiempo es ahora lo importante. El tiempo que tarde en convencer a mi corazón de que vuelva, el tiempo que mi mente necesite para poder pensar en el futuro, el tiempo que tarde mi imaginación en volver a ensanchar mi mundo de nuevo, el tiempo que le cueste a mi cuerpo olvidar.
Me quedo con ese segundo suceso, ese al que llegaré cuando pase el tiempo suficiente y sea libre otra vez. Y cuando llegue lo sabréis, porque mi corazón, mi mente, mi imaginación y mi cuerpo habrán florecido de nuevo.
martes, 11 de agosto de 2009
Nuevas rutinas
Uno tras otro, los días van pasando y ya no son todos grises del todo. Ayer mismo fue un día terrible hasta que llegó la tarde, y con ella suaves rayos de sol se colaron entre las nubes, más negras que la misma noche, que poco a poco fueron desapareciendo.
También la rutina surte su efecto. Solemos mencionarla siempre con connotaciones negativas, pero se echa de menos cuando todo se desbarata. En dosis altas, produce un aburrimiento mortal, pero en pequeñas dosis tiene un suave efecto calmante. Así que aquí estoy, intentando crear algunas nuevas, con pequeños gestos sin importancia que voy repitiendo de manera consciente, hasta que me olvide de ellos y obtenga el efecto que pretendo: poner frenos a las ruedas de mi montaña rusa particular.
Y no os creáis, pero hay ratos en los que tengo la sensación de que lo consigo.
También la rutina surte su efecto. Solemos mencionarla siempre con connotaciones negativas, pero se echa de menos cuando todo se desbarata. En dosis altas, produce un aburrimiento mortal, pero en pequeñas dosis tiene un suave efecto calmante. Así que aquí estoy, intentando crear algunas nuevas, con pequeños gestos sin importancia que voy repitiendo de manera consciente, hasta que me olvide de ellos y obtenga el efecto que pretendo: poner frenos a las ruedas de mi montaña rusa particular.
Y no os creáis, pero hay ratos en los que tengo la sensación de que lo consigo.
domingo, 9 de agosto de 2009
Intimidad
Hay palabras que quise pronunciar y no pude. Hay palabras que quise no decir y me fueron robadas. Hay palabras que sólo yo debería haber escuchado.
Eso es lo que no tengo, mis palabras y mis silencios.
Pero mi intimidad
mi intimidad está en mi cabeza
en mis pensamientos
en mis sentimientos
mi intimidad no está en cerrar la puerta del baño
o en vestirme o desvestirme
o en lo que hablo o escucho.
Mi intimidad está en lo que callo
y me encanta que seas partícipe de mis momentos de intimidad
aunque no sabes
ni sabrás nunca
lo que pasa por mi cabeza.
Eso es lo que no tengo, mis palabras y mis silencios.
Pero mi intimidad
mi intimidad está en mi cabeza
en mis pensamientos
en mis sentimientos
mi intimidad no está en cerrar la puerta del baño
o en vestirme o desvestirme
o en lo que hablo o escucho.
Mi intimidad está en lo que callo
y me encanta que seas partícipe de mis momentos de intimidad
aunque no sabes
ni sabrás nunca
lo que pasa por mi cabeza.
sábado, 8 de agosto de 2009
A mano amada (Ángel González)
A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;
allí, en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,
los recuerdos me asaltan.
Unos empuñan tu mirada verde,
otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
me reclaman.
Reconozco los rostros.
No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
la memoria.
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;
allí, en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,
los recuerdos me asaltan.
Unos empuñan tu mirada verde,
otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
me reclaman.
Reconozco los rostros.
No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
la memoria.
Mar en calma
No es un día especialmente soleado, pero se está bien. Estoy sentada en la playa que conozco desde hace tanto, mirando un mar que va y viene tranquilo sobre la orilla mientras canta el rítmico sonido de las olas. Sopla algo de brisa que me acaricia la piel, me enreda el pelo, me besa levemente las mejillas con pequeñas ráfagas a su antojo. Todo está en calma.
Me hago consciente de ese lugar a donde han ido mis pensamientos mientras vuelvo de la noche, todavía con esa deliciosa sensación de sueño dulce y cálido en mi cuerpo. Porque es mi cuerpo el que está en calma, por fin. Después de muchos días, esta noche he podido descansar. Siento mi cuerpo relajado entre las sábanas de mi cama, y gracias a eso también siento mi corazón latiendo pausadamente dentro de mi pecho y mi mente tranquila disfrutando de la playa donde sopla el suave viento.
Todavía con los ojos cerrados se me dibuja una sonrisa en la cara, aunque en realidad es todo mi cuerpo el que está sonriendo. Y eso era lo que necesitaba. Eso, y el aroma del café del desayuno.
Me hago consciente de ese lugar a donde han ido mis pensamientos mientras vuelvo de la noche, todavía con esa deliciosa sensación de sueño dulce y cálido en mi cuerpo. Porque es mi cuerpo el que está en calma, por fin. Después de muchos días, esta noche he podido descansar. Siento mi cuerpo relajado entre las sábanas de mi cama, y gracias a eso también siento mi corazón latiendo pausadamente dentro de mi pecho y mi mente tranquila disfrutando de la playa donde sopla el suave viento.
Todavía con los ojos cerrados se me dibuja una sonrisa en la cara, aunque en realidad es todo mi cuerpo el que está sonriendo. Y eso era lo que necesitaba. Eso, y el aroma del café del desayuno.
jueves, 6 de agosto de 2009
Las orquídeas no tienen espinas
Hace algún tiempo, antes de que yo misma supiese que lo era, me regalaron una orquídea blanca. Venía en una maceta transparente llena de agujeros, con algo de tierra, trocitos de cortezas y palitos, que hacían que las raíces estuviesen prácticamente desnudas al aire. De su fina rama colgaban cuatro o cinco preciosas flores, que aguantaron muy bien algunas semanas. Luego poco a poco se fueron poniendo amarillas, se secaron y fueron cayendo sobre la mesa donde estaba colocada.
Pero eso era de esperar. Las orquídeas van floreciendo periódicamente, eso sí, si se sabe qué hay que hacer con ellas.
Cuando se quedó sin flores pensé que así no podía vivir, casi sin sustento, así que la transplanté a una maceta convencional. Además, sin flores la planta estaba tan triste que compré una rama con orquídeas blancas de tela, y la clavé en la tierra. La verdad es que la rama artificial estaba bien hecha, y sólo si te acercabas lo suficiente a ella te dabas cuenta de que no eran flores naturales. Sólo mirándola de cerca se apreciaba el engaño.
La pobre planta intentó sacar sus raíces de aquella maceta al aire para poder respirar. Aún tuvo fuerzas para hacer que le creciese alguna que otra hoja, a duras penas, pero al final se acabó marchitando. Sus hojas perdieron la tersura y acabaron amarillas y desmayadas sobre la maceta que la había matado, contrastando absurdamente con la rama verde llena de flores blancas, perfectas, sin mácula, sin vida.
Qué mal lo hice contigo, mi pobre y preciosa orquídea blanca. Cómo sufriste delante de mis ojos, y yo sin darme cuenta. Cómo te adorné de forma artificial para ocultar tu tristeza, cómo pensando en tu bien pero con ignorancia enterré tus raices epifitas.
Y tú aguantaste lo que pudiste, sin protestar, ocultando tu sufrimiento, porque las orquídeas no causan dolor. Las orquídeas no tienen espinas.
Pero eso era de esperar. Las orquídeas van floreciendo periódicamente, eso sí, si se sabe qué hay que hacer con ellas.
Cuando se quedó sin flores pensé que así no podía vivir, casi sin sustento, así que la transplanté a una maceta convencional. Además, sin flores la planta estaba tan triste que compré una rama con orquídeas blancas de tela, y la clavé en la tierra. La verdad es que la rama artificial estaba bien hecha, y sólo si te acercabas lo suficiente a ella te dabas cuenta de que no eran flores naturales. Sólo mirándola de cerca se apreciaba el engaño.
La pobre planta intentó sacar sus raíces de aquella maceta al aire para poder respirar. Aún tuvo fuerzas para hacer que le creciese alguna que otra hoja, a duras penas, pero al final se acabó marchitando. Sus hojas perdieron la tersura y acabaron amarillas y desmayadas sobre la maceta que la había matado, contrastando absurdamente con la rama verde llena de flores blancas, perfectas, sin mácula, sin vida.
Qué mal lo hice contigo, mi pobre y preciosa orquídea blanca. Cómo sufriste delante de mis ojos, y yo sin darme cuenta. Cómo te adorné de forma artificial para ocultar tu tristeza, cómo pensando en tu bien pero con ignorancia enterré tus raices epifitas.
Y tú aguantaste lo que pudiste, sin protestar, ocultando tu sufrimiento, porque las orquídeas no causan dolor. Las orquídeas no tienen espinas.
miércoles, 5 de agosto de 2009
Montaña rusa
Así es como me siento, como montada en una montaña rusa. Con mi corazón y mi mente viajando en distintos vagones y sujetos a duras penas a sus asientos.
Y eso que la caída inicial con la que las montañas rusas suelen coger impulso ya ha quedado atrás, pero todavía falta el recorrido. No sé qué vueltas y revueltas dará, no sé si habrá nuevas caídas que aceleren la velocidad, no sé si mi corazón, que es el que peor sujeto va, saldrá volando en algún punto antes de llegar al que espero que sea un frenado suave en la salida.
Lo que sí sé es que al final frenará. Y sé que cuando me baje, volveré a ser yo, que con todas mis alegrías y cosas buenas y a pesar de mis defectos y mis miserias, es lo que más me gusta del mundo. Ser yo.
Al fin y al cabo, soy una orquídea. No hay que olvidarse de eso.
Y eso que la caída inicial con la que las montañas rusas suelen coger impulso ya ha quedado atrás, pero todavía falta el recorrido. No sé qué vueltas y revueltas dará, no sé si habrá nuevas caídas que aceleren la velocidad, no sé si mi corazón, que es el que peor sujeto va, saldrá volando en algún punto antes de llegar al que espero que sea un frenado suave en la salida.
Lo que sí sé es que al final frenará. Y sé que cuando me baje, volveré a ser yo, que con todas mis alegrías y cosas buenas y a pesar de mis defectos y mis miserias, es lo que más me gusta del mundo. Ser yo.
Al fin y al cabo, soy una orquídea. No hay que olvidarse de eso.
martes, 4 de agosto de 2009
Corazón
Tengo el corazón a la intemperie, y eso no puede ser. Mi mente le insiste en que vuelva, que tiene que ponerse a resguardo, que el clima es incierto, que es por su bien. Pero él, ni caso. Voló a su aire y se posó donde quiso, como siempre se empeñan en hacer los corazones.
Y claro. Anda por ahí, sin pensar en nada más que en el puro presente, sin sentir nada más que el suave tacto de las manos donde reposa, viviendo la vida loca, latiendo ebrio de alegría, y luego pasa lo que pasa. Que se rompe.
Sé que no me hará caso, pero también sé que a pesar de su inconsciencia ha oído la frase-ortiga... La ha oído porque he notado que por un momento ha dejado de latir.
Y claro. Anda por ahí, sin pensar en nada más que en el puro presente, sin sentir nada más que el suave tacto de las manos donde reposa, viviendo la vida loca, latiendo ebrio de alegría, y luego pasa lo que pasa. Que se rompe.
Sé que no me hará caso, pero también sé que a pesar de su inconsciencia ha oído la frase-ortiga... La ha oído porque he notado que por un momento ha dejado de latir.
Mente
Hoy le decía a mi mejor sólo-amigo que la mente puede ser muy lógica y racional, pero que a veces tiene mecanismos perversos que nos juegan muy malas pasadas. Lo comprobé cuando dejé de fumar, hace años. Me fui preparando unos meses antes, tomé la decisión y lo hice, y es de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Pero recuerdo que alguna semana después de dejarlo, cuando todavía notaba las ganas, en mi mente se formaban pensamientos por sí solos, del estilo a "¡bah! si tampoco fumaba tanto, total..." o "¡uf! no sé si merece la pena pasarlo así de mal, total, si sólo eran unos pocos al día...". Aquellas vocecillas desaparecieron con el tiempo, pero se me quedó grabado cómo una sustancia adictiva puede hacer que la mente busque y forme por sí sola argumentos, justificaciones, razonamientos totalmente perversos y dañinos.
Y me temo que algunas situaciones por las que atravesamos durante nuestras vidas tienen ese mismo efecto. Es increíble que la mente pueda acostumbrarse a situaciones que contadas a un nuevo espectador pongan como mínimo los pelos de punta. Cómo consigue poner en marcha el mecanismo que baja el volumen de nuestras alarmas, que relativiza la importancia de ciertas palabras, que simula atenuar los efectos de estas últimas.
Mi mejor sólo-amigo me ha dejado hablar, y después con una sonrisa me ha dicho lo que necesitaba oír. Le adoro.
Y me temo que algunas situaciones por las que atravesamos durante nuestras vidas tienen ese mismo efecto. Es increíble que la mente pueda acostumbrarse a situaciones que contadas a un nuevo espectador pongan como mínimo los pelos de punta. Cómo consigue poner en marcha el mecanismo que baja el volumen de nuestras alarmas, que relativiza la importancia de ciertas palabras, que simula atenuar los efectos de estas últimas.
Mi mejor sólo-amigo me ha dejado hablar, y después con una sonrisa me ha dicho lo que necesitaba oír. Le adoro.
lunes, 3 de agosto de 2009
Buenas y malas noticias
Hoy, a mi Ángel de la Guarda le han dado una buena noticia, una noticia excepcional. Después de una racha que últimamente le había llenado el alma de tristeza, al fin algo realmente bueno, por bueno y por inesperado. Sonaba al teléfono tan emocionada, tan contenta, que me ha alegrado de forma inmediata el día de hoy. Un día que no tenía visos de pasar de ser más que otro día gris en la larga cadena de días grises a la que estoy engarzada. A los Ángeles sólo les deberían pasar cosas buenas.
Pero por lo visto todo tiene su cara y su cruz. Hoy el morador de un ala entera de mi casa también ha recibido una noticia, pero la suya ha sido mala. Otra más, y esta vez tampoco podré abrazarle. Tampoco podré mirarle a los ojos y decirle que lo siento. Los gestos de consuelo que me gustaría ofrecerle no serían vistos como tales.
Estoy aquí. No con la fuerza de siempre, pero estoy aquí. Estoy contigo.
Pero por lo visto todo tiene su cara y su cruz. Hoy el morador de un ala entera de mi casa también ha recibido una noticia, pero la suya ha sido mala. Otra más, y esta vez tampoco podré abrazarle. Tampoco podré mirarle a los ojos y decirle que lo siento. Los gestos de consuelo que me gustaría ofrecerle no serían vistos como tales.
Estoy aquí. No con la fuerza de siempre, pero estoy aquí. Estoy contigo.
domingo, 2 de agosto de 2009
Hoy te he visto
Hoy te he visto, y no me lo esperaba. En un vídeo de Nochevieja, cuando todo ésto todavía no había ocurrido. Cuando todavía habría dicho que, a pesar de que todo ya distaba mucho de ser perfecto, éramos felices. En la escena, sujetas en brazos al pequeño rubiales, que está asustado porque vamos a encender un cohete lleno de juguetillos pero que mete mucho ruido al estallar. Le hablas en voz baja, le intentas convencer de que no pasará nada, de que no hay peligro...
Hoy el pequeño rubiales ha venido a casa pero no me ha preguntado por ti, y eso es lo que más me ha dolido. Con lo que le quieres y lo que le vas a echar de menos, y él jugando toda la tarde tan despreocupado, tan ajeno al dolor, a nuestro dolor...
Hoy el pequeño rubiales ha venido a casa pero no me ha preguntado por ti, y eso es lo que más me ha dolido. Con lo que le quieres y lo que le vas a echar de menos, y él jugando toda la tarde tan despreocupado, tan ajeno al dolor, a nuestro dolor...
Y más magia...
Esta mañana me he asomado a la ventana del patio de la que de momento será mi casa hasta que este momento de transición pase y el futuro se haga más claro. Enfrente vive una familia que es de un pueblo muy especial para mí, un pueblo del que son personas extraordinarias, amigos del alma y amores únicos en mi vida.
¿Y qué veo que tienen colocada en la ventana? Una preciosa orquídea de flores blancas.
Ahí está. Un poco fuera de lugar. Asomada a una ventana de patio, un patio no especialmente bonito, un patio de luces de un edificio de ciudad, con ropa tendida.
Así estoy yo también, un poco fuera de lugar. Rodeada de sonidos familiares pero no habituales, con una sensación como cuando se vuelve a visitar de adulto la casa de la abuela donde se jugó de niño. Con mi mente y mi corazón no sintonizados.
Y, sin embargo, he sonreído al ver la orquídea, porque me ha hecho recordar que la magia está ahí y que me rodea siempre.
¿Y qué veo que tienen colocada en la ventana? Una preciosa orquídea de flores blancas.
Ahí está. Un poco fuera de lugar. Asomada a una ventana de patio, un patio no especialmente bonito, un patio de luces de un edificio de ciudad, con ropa tendida.
Así estoy yo también, un poco fuera de lugar. Rodeada de sonidos familiares pero no habituales, con una sensación como cuando se vuelve a visitar de adulto la casa de la abuela donde se jugó de niño. Con mi mente y mi corazón no sintonizados.
Y, sin embargo, he sonreído al ver la orquídea, porque me ha hecho recordar que la magia está ahí y que me rodea siempre.
sábado, 1 de agosto de 2009
Un toque de magia
"El alma compañera se encuentra cuando ya no se necesita una muleta, cuando se ha aprendido a valerse por sí mismo en la soledad. Cuando ambos han alcanzado ese nivel, entonces están listos para ofrendar un alma libre y sin quiebros al ser amado. Sólo a partir de esas condiciones se puede producir el encuentro definitivo, el cual siempre se realiza en las cumbres, en las cimas de la conciencia, porque es una relación de yo real a yo real." (Enrique Barrios)
Hay textos, fotos, canciones, poemas, que vienen a nosotros en el momento oportuno. Dicen que eso ocurre porque cuando estamos especialmente sensibles o involucrados en un asunto, estamos más atentos a percibir lo que tenga relación con ello, y de ahí que no parezca casualidad.
Pero yo no estoy de acuerdo con eso, al menos no totalmente. Racionalmente supongo que será así, pero no me resisto a creer que existe una especie de energía detrás de las cosas, un toque de magia, un guiño cómplice que la realidad nos regala de vez en cuando, y que a mí me hace sentir bien y sonreír.
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