Esta mañana me he asomado a la ventana del patio de la que de momento será mi casa hasta que este momento de transición pase y el futuro se haga más claro. Enfrente vive una familia que es de un pueblo muy especial para mí, un pueblo del que son personas extraordinarias, amigos del alma y amores únicos en mi vida.
¿Y qué veo que tienen colocada en la ventana? Una preciosa orquídea de flores blancas.
Ahí está. Un poco fuera de lugar. Asomada a una ventana de patio, un patio no especialmente bonito, un patio de luces de un edificio de ciudad, con ropa tendida.
Así estoy yo también, un poco fuera de lugar. Rodeada de sonidos familiares pero no habituales, con una sensación como cuando se vuelve a visitar de adulto la casa de la abuela donde se jugó de niño. Con mi mente y mi corazón no sintonizados.
Y, sin embargo, he sonreído al ver la orquídea, porque me ha hecho recordar que la magia está ahí y que me rodea siempre.
domingo, 2 de agosto de 2009
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A veces pienso que es muy difícil sintonizar la mente y el corazón... si no fuera porque lo que llamamos corazón, también es parte de la mente. Hay que permitir esa falta de sintonía y saber combinarla. Una vida estrictamente racional (mente) o púramente pasional (corazón) no conduce sino al desastre. Hay que dejar que el corazón sople, como el viento, y que la mente se encargue de extender las velas y trazar el rumbo.
ResponderEliminarUn beso querida orquídea más epifita que nunca ;)
Gracias por tus comentarios y por tu compañía, querido náufrago.
ResponderEliminarY un beso también para tí.